Un triunfo poco limpio V: Un aliado incómodo

2 Ago
Cuando iniciaba esta serie sobre la victoria aliada en la II Guerra Mundial decía que, para mí, Hitler y sus secuaces representaban el mal absoluto, pero Stalin estaba a su altura, superándolos en ocasiones. Sin embargo, hoy día hay una diferencia bien clara (aun cuando los dos fueron tiranos criminales):

Según las estimaciones de sociólogos, un 42% de los rusos cree que el país necesita «una mano fuerte». El 36% dice que la contribución de Stalin a la victoria en la guerra contra Hitler «es lo más importante, independientemente de los errores o vicios que se le achaquen». Uno de cada cinco rusos piensa que «un dirigente duro es el único que podría mantener el orden frente a las amenazas externas y en las condiciones de fuerte lucha clasista», y que Stalin «fue un líder sabio que hizo de la URSS una potencia poderosa y próspera». Por último, el 16% opina que los rusos «jamás podrán prescindir de un líder como Stalin». «Temprano o tarde, vendrá para poner orden». (Fuente: Agencia Novosti)

Pocos, muy pocos alemanes de hoy día defenderían la imagen de Hitler o reclamarían su vuelta. Algún día trataremos de explicar esta creciente valoración positiva de Stalin en la Rusia actual.

Stalin se alió a Churchill y Roosevelt en la guerra contra el Eje a partir de 1941 ¿Dónde había estado los dos años anteriores? Veamoslo

En 1939, von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores del Reich alemán, y Molotov, su homólogo soviético, firmaron en Moscú un pacto de no agresión, Stalin era testigo de esta firma. Este pacto no se quedaba en una simple declaración de principios según la cual ninguna de estas potencias emprendería una guerra contra la otra en 10 años; además, incluía entre sus claúsulas el reparto de Polonia entre ambos firmantes, así como los derechos de la URSS a ocupar Finlandia, Letonia, Lituania, Estonia y la Besarabia.

De resultas de ese pacto, cuando los alemanes invadieron Polonia en septiembre de 1939, los soviéticos avanzaron ocupando su parte del territorio polaco hasta establecer una frontera con la parte alemana en el río Bug. Mientras los alemanes se dedicaban a exterminar a los judíos polacos en su parte del territorio, los soviéticos se dedicarfon en su parte a la práctica de su «deporte favorito» las purgas. En la primavera de 1940 22.000 ciudadanos polacos, sobre todo oficiales del ejército, fueron ejecutados en el bosque de Katyn

Masacre en Katyn

Masacre en Katyn

En noviembre de 1939 los soviéticos se lanzaron sobre Finlandia, en lo que se conoce como guerra de invierno. La guerra Ruso-Finesa fue para los alemanes una muestra más de la debilidad militar de su socio en la que unas fuerzas inferiores y bien entrenadas finesas pudieron darle muchos sustos al gigante soviético, lo que reforzó las teorías alemanas de que Rusia seria una presa fácil para la bien entrenada Wehrmacht, por no decir que los servicios secretos alemanes y prácticamente todos los occidentales infravaloraban las fuerzas soviéticas y dedicaron mayor interés en mantenerse informados de otros ejércitos nacionales que el ruso. Cabria mencionar que los únicos que no menospreciaban al ejército sovietico eran los japoneses que se midieron con ellos en la batalla de Khalkhin Gol (Jaljin Gol), o para los japoneses el incidente de Nomonhan, donde las tropas japonesas sufrieron un buen rapapolvo por parte del general Zhukov.

Tropas alemanas en Rusia, 1941

Tropas alemanas en la URSS, 1941

No obstante, las descerebradas aventuras de Mussolini en Albania y Grecia retrasaron los planes alemanes para emprender la Operación Barbarroja , la invasión alemana de la URSS, a partir de la madrugada del 21 de junio de 1941. Los alemanes ocuparon todo el territorio de Polonia e invadieron el que había sido hasta ese momento su copartícipe en la invasión de polonia de 1939. Cuando las tropas alemanas alcanzaron Smolensko sacaron a la luz uno de los mayores crímenes de guerra de los soviéticos: las fosas de Katyn.

Hay que apuntar que, de no ser por el descubrimiento alemán, seguramente hoy todavía no tendríamos noticias de las masacres cometidas por los soviéticos contra los polacos (de hecho, las de Katyn no fueron las únicas fosas comunes descubiertas por los nazis; hubo más, entre las que destacan las de Vinnytsia, en Ucrania, donde había casi 10.000 personas ejecutadas por la NKVD entre 1937 y 1938). Los aliados occidentales nunca quisieron creer que ese crimen lo hubiesen cometido los soviéticos y alegaron que todo era una campaña de prolpaganda nazi. Los polacos conocían bien los detalles que habían precedido a aquella carnicería. Sabían de los encarcelamientos de la intelligentsia polaca tras la invasión soviética, y que desde la primavera de 1940 nada se sabía de la mayoría de sus componentes. Y tampoco habían olvidado las evasivas mostradas por Stalin en 1941 ante las preguntas sobre los desaparecidos.   

Sikorski, primero por la izquierda, junto a Churchil.

Sikorski, primero por la izquierda, junto a Churchill

La actitud que mantuvieron los británicos a continuación dio vergüenza ajena, pues se propusieron ahogar las protestas de los polacos. El 24 de abril, Churchill escribió a Stalin diciendo que “estoy valorando la posibilidad de silenciar aquellos de cuantos periódicos polacos se publican en este país que atacan al gobierno soviético”, e incluso a Sikorski. También disculpó el hecho de que tanto las autoridades polacas como los alemanes hubiesen coincidido en la necesidad de emprender una investigación. Como si la disculpa fuese necesaria. En cualquier caso, las palabras de Churchill a Stalin ponen de manifiesto el éxito que había tenido la estrategia soviética de atacar a los polacos. El gobierno polaco en el exilio se sorprendió de ver que eran sus integrantes quienes estaban siendo amonestados por protestar ante un crimen que, aparentemente, había cometido uno de sus aliados.

 Creo personalmente que, cuando vieron caer el avión de Sikorski en Gibraltar (en un accidente probablemente provocado por agentes del NKVD con la connivencia británica) todos los mandos aliados respiraron aliviados al ver que no se quebraría su alianza de guerra con los soviéticos. Una alianza extraña, contra natura si queremos decirlo así.

Tribunal de crímenes de guerra de Núremberg

Tribunal de crímenes de guerra de Núremberg

 El remate de todo este despropósito (alianza con un individuo igual o más peligroso que Adolf Hitler) vino dado por los juicios de Nuremberg: en el tribunal había un magistrado soviético, un individuo que representaba a un Estado que había cometido crímenes tan deplorables como los que él debería juzgar. Y lo cierto es que sólo ayudando a los soviéticos se podía vencer a los nazis, pero quizás no habría que haber cedido a todas las exigencias de Stalin y haber supervisado mejor los acuerdos de posguerra y aumentar las exigencias morales a tan incómodo aliado

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